Lo que al principio podía parecer una actividad más lúdica que educativa, más recreativa que cultural o pedagógica, resultó tener un poco de todos los ingredientes que se aconsejan para una salida con los chavales. «Paintball». Sí; «paintball» en las instalaciones del Parque Deportivo Ebro.
Estrategias de última hora, tácticas de diseño pausado, compañerismo, rivalidad bien entendida, solidaridad, incertidumbre, control de los espacios, agilidad, destreza en los disparos… e incluso deportividad. Porque claro, no todos los jugadores sentían el suave «impacto» de la bala (bolita de plástico rellena de pintura) y admitían haber sido eliminados.
Nos fuimos con las dos vías de Primero de la ESO. Cincuenta potenciales guerrilleros y dos profesores que tuvieron que ceder a las presiones del alumnado por saltar al campo de batalla. No hubo ajustes de cuentas con arreglo a las notas recién dadas del segundo trimestre.
Antes y después de la actividad, caminata muy provechosa por la ribera del Ebro desde la Estación Delicias, donde nos había dejado el bus 51. Tiempo de aire fresco, buena vista y charla; de bocata y foto para el recuerdo; de cercanía y desinhibición; en definitiva, de convivencia.